lunes, 21 de diciembre de 2009

EL MANÀ

EL MANÁ. Las ancianas antiguamente contaban, que a ellas sus padres y sus abuelas les habían contado, que hace muchos años, por las noches caía del cielo algo que empezaba a caer como un sereno, luego quedaba como nieve y como escarcha blanca; a eso le llamaban maná. Decían que eso ocurrió antes de que cayera una gran lluvia de resina, el que dicen que fue un diluvio que acabó con nuestros antepasados.
Decían estas ancianas, que en aquellos tiempos cuando todas las personas se encontraban durmiendo a las doce de la noche, a esta hora empezaba a caer el maná del cielo, el cual era el alimento que Dios le daba a su pueblo; para ello todas las personas ya sabían que deberían de sacar por sus ventanas o por las puertas de sus casas, ciertos recipientes, los cuales durante el transcurso de la noche se iban llenando con el maná que caía del cielo en forma de sereno y que luego se iba transformando como nieve o escarcha blanca.
Cuando amanecía por la madrugada, antes de que iluminara el sol, todas las gentes recogían sus trastos con el maná y luego con ello elaboraban sus tortillas, las cuales se deshacían en la boca, al igual que suele ocurrir cuando se ingiere una hostia en la iglesia católica al comulgar.
Cuando amanecía, el maná que había caído sobre la tierra, decían que se evaporaba, pero no sucedía lo mismo con el maná que las personas ya habían metido a sus hogares.
Ocurría que todas las personas sacaban sus trastos y la cantidad de maná que caía en sus trastos, siempre era la misma, que alcanzaba para alimentar a todos los integrantes de una familia sin excepción.
Las personas, tenían la costumbre que antes de acostarse a dormir, tenían que poner sus trastos, para recoger maná y también sabían que cuando amanecía, deberían de recoger este antes de que se evaporara.
Contaban las ancianas que hubo personas que empezaron a cometer un desorden al intentar abastecerse de mayor cantidad del maná, (más de lo necesario). Empezaron a sacar sus trastos más grandes, pero nunca obtuvieron más maná de lo necesario, pues ello se evaporaba casi luego, de tal manera que recogían siempre la misma cantidad.
Hubo personas que empezaron a salir de sus hogares desde más temprano, para recoger el maná en mayor cantidad, y a estas personas no les importó que fueran a pisar una cierta cantidad del maná que había sobre la tierra, entonces salían desde más temprano a recoger el maná; sucedía entonces que el maná se les evaporaba o se les echaba a perder. Hasta que en cierta ocasión dejó de caer el maná y siguió cayendo sólo el sereno en las noches, entonces sólo se formaba en forma de roció, en las ramas de los árboles y todas las gentes comprendieron que ello había ocurrido por la ambición que los hombres habían empezado a sentir en su corazón, al querer obtener más maná de lo necesario, tal vez para comerciar.
Luego las personas descubrieron que cerca de sus hogares ya habían germinado ciertas plantas pequeñas de tallo delgado, con mazorcas pequeñas y con largo cabello blanco que luego empezaba a quedar amarillo (pelusa).
Bajaron las mazorcas, las abrieron y encontraron en el interior, múltiples granos tiernos de maíz, entonces pensaron que este era el maná, que ahora tendrían que cuidar, porque el maná nunca más volvió a caer…

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